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Según lo previsto, la reunión de septiembre de nuestra Comunidad de Cristianos de Base
tuvo lugar el jueves día 15. Traíamos como tema de estudio el último capítulo del libro de
José María Castillo: «El Evangelio marginado», titulado: «La Iglesia y el poder», y la
Conclusión final de la obra. Después de alguna información que había que dar al comienzo
de la reunión, se pasó a debatir esa temática. En varias de la intervenciones de nuestro
debate se enfatizó sobre lo instructiva que fue para nosotros esta obra. Venía a romper
algunos esquemas mentales que teníamos muy arraigados. Ocurre que la formación que se
recibe en la etapa joven de la vida condiciona mucho la manera de pensar. De hecho, no es
otra la finalidad que se persigue con todos los planes de formación. En el caso de la
formación religiosa hay que tener en cuenta, además, que en concreto nuestra Iglesia tiene
tradiciones de bastantes siglos de antigüedad, que arraigaron en el colectivo y que son
difíciles de superar. La enseñanza del libro que comentamos es que ese tipo de formación
tradicional constituye, en realidad, una deformación religiosa, en el sentido de que fomentó
y fomenta un tipo de religiosidad que se aparta de la esencia del Evangelio e incluso lo
contradice en no pocas cuestiones.
Aunque el cristianismo se generó en el seno de la cultura judía, su implantación en nuestra
cultura Occidental pasó por el filtro de la sociedad helenística de la mano de Pablo de
Tarso. En efecto, las primeras comunidades cristianas en algunas ciudades griegas y en
Roma mismo eran fruto de la iniciativa misionera de Pablo, y esto tenía lugar unas décadas
antes de la puesta por escrito de los Evangelios. En el libro de J. M. Castillo se le da mucha
importancia a este hecho, pero lo principal de la deformación religiosa antes mencionada
tuvo lugar, paulatinamente, a lo largo de los primeros siglos de nuestra era y se precipitó
desde la época del emperador Constantino.
La celebración de la memoria de la Cena del Señor pronto fue perdiendo la forma de ágape
para convertirse en simple eucaristía, que fue un paso decisivo para implantar en la Iglesia
la ritualización de todo acto religioso. Por una de las cartas de Pablo sabemos que los ricos
asistentes al ágape de la celebración eran reacios a compartir sus viandas con los pobres que
asistían a la misma celebración. Se iba perdiendo o se había perdido ya la idea, sica del
Evangelio, de hermandad o igualdad entre todos los seres humanos. Persistió el clasismo
que aún perdura en la sociedad actual y que es la asignatura pendiente entre los que nos
definimos como seguidores de Jesús de Nazaret. En la primitiva comunidad cristiana de
Jerusalén se practicaba aquella forma de comunismo que nos describe el libro de los
«Hechos de los Apóstoles», los miembros de la comunidad: …se reunían y tenían todas
las cosas en común. Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, a cada uno
según su necesidad
. E
l hecho de que Lucas, en el mencionado libro, presentase ese ejemplo
era porque en las comunidades cristianas que se estaban formando por entonces en el
imperio romano no se asumía esa práctica. En una de las intervenciones de nuestro debate
se indicó que esa forma de comunismo tenía cierta tradición en la sociedad judía como nos
muestra el caso de los esenios de Qumram que también vivían así, y aún hoy es conocido el
caso de los kibutzim de Israel.
En realidad, esa forma de vivir la pobreza, en comunidad o individualmente, no es des-
conocida en nuestro ámbito religioso cristiano. No otra cosa son los conventos, las órdenes
B
oletín nú
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. 31
- 20 de septie
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bre de 2022
monásticas y otras iniciativas. En todas las épocas hubo cristianos que comprendieron que
la sociedad del mercado, donde cada uno va a su propio beneficio sin tener en cuenta a los
demás, no se ajusta a lo que Jesús enseñaba: No se puede servir a Dios y al dinero. En la
historia hubo casos notorios de ese tipo de entrega en el seguimiento de Jesús, como el de
Francisco de Asís. En nuestra época destacan los casos de la Madre Teresa de Calculta, el
Padre Ángel…
Sin duda es muy meritoria la labor que esa gente hace, pero, el llamamiento de Jesús a
seguirlo ¿consiste en asumir ese tipo de vida? Vamos a ver que no. Jesús fue crucificado
por enfrentarse al sistema de dominación establecido. Ese tipo de personas y comunidades
son muy respetadas, e incluso favorecidas, por el sistema porque son inofensivas para él. La
Iglesia, tan integrada en el sistema, declara santos a ese tipo de personas, y el sistema no
tiene reparos en subvencionar sus inciativas. Su forma de caridad no es revolucionaria, más
bien contribuye a hacer más soportable la explotación que ejercen los económicamente
poderosos. Muy diferente fue el caso del Mesías Jesús. Él era un hombre religioso, pero su
religiosidad no pasaba por los cultos del templo. Aborrecía el mercadeo que hacía en ellos y
además no lo consideraba necesario para relacionarse con Dios. Decía que se podía orar en
cualquier lugar haciéndolo en espíritu y en verdad. Y su rechazo del dinero y el mercadeo
atacaba la base o raiz de todo sistema de dominación del hombre por el hombre.
En efecto, todos los sistemas de dominación se basan sobre esa manera de funcionar que
responde a la existencia de la propiedad privada. Las mencionadas formas de comunidad
prescinden de tal tipo de propiedad pero eso no es problema para el sistema si no intentan
hacer extensivo a toda la sociedad su modelo. De hecho, todas las sociedades, que hasta
ahora existieron se basaron en esos valores de la propiedad, el mercado, el dinero… De
ellas decía Jesús que estaban construidas sobre arena y que sus constructores habían
rechazado una piedra que resultaba ser “piedra angular”. Se refería al modelo que él
preconizaba de la fraternidad humana, el amor al prójimo… una serie de valores que se
resumen en las Bienaventuranzas. Los frutos de haber rechazado ese modelo se ven
claramente en el infierno de mundo que tenemos: guerras, explotación clasista, depredación
imperialista, hambre, odio, desigualdad, corrupción, fraude, esclavitud, especulación
económica, desinformación, racismo, machismo, xenofobia
Tal era el reino de este mundo en la época de Jesús, y tal es ahora. La diferencia está en que
la(s) iglesia(s) cristiana(s) se acomoda(n) a este reino, procura(n) su conservación y hasta
formar parte de él. En cambio Jesús quería transformarlo en el Reino de Dios, y convoca a
sus seguidores para aplicarse a esa tarea. El talante antisistema de Jesús se manifestó
claramente cuando decía: No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a
traer paz, sino espada… Cuando decía eso, Jesús no estaba llamando a ejercer violencia;
sabemos que se opuso a que le defendieran con la espada cuando le arrestaron, y murió
pidiendo al Padre perdón para sus asesinos. Lo que Jesús quería decir es que está en
controversia con el reino de este mundo, el sistema de dominación, al que pretende
cambiar, y anticipa su victoria sobre él cuando dice: No temáis, yo he vencido al mundo.
Vencer al mundo es vencer la miseria, la injusticia, la opresión, la falta de amor… y es una
victoria que él quiere realizar con la colaboración de sus seguidores; esa es la misión de
quienes nos tenemos por discípulos suyos.
Pero Jesús también advierte a sus seguidores que les perseguirán como le persiguieron a él:
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo,
sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Jesús fue
condenado a muerte por su actividad antisistema, y lo que postula de sus seguidores es
también una actividad antisistema. Las iglesias cristianas, evidentemente, no son
anti-sistema, se instalaron confortablemente en el sistema. Las limosnas individuales y el
asistencialismo de organizaciones como Cáritas, siendo muy loables, y que no falten
mientras no hagamos algo más, tampoco son antisistema, no le hacen ni cosquillas al reino
de este mundo. Si se limita a eso, puede ser sólo una coartada para no implicarse más en la
construcción del Reino de Dios. Por eso al mundo no le preocupan quienes nos dedicamos
sólo a eso. En el debate sobre este tema, en la reunión surgió la pregunta: ¿es que están
haciendo algo más quienes viven fuera de las comunidades monacales y ese tipo de
asistencialismo? No fue necesario respoder a esa pregunta; es evidente que no. ¿Qué está
pasando? ¿Dónde están los seguidores de Jesús de Nazaret?
La lucha contra el sistema, o es colectiva, masiva, o no es nada. Las masas populares no
ejercen, a su favor, el poder que tienen porque desconocen el poder que tienen. La gran
estupidez es que teniendo recursos e ingenio para construir un paraíso, se resignen a vivir
en un infierno porque así lo decide la clase dominante. Las masas populares prescinden de
su inteligencia y se someten a los explotadores de siempre. El reino de este mundo se
construyó con la violencia de los dominadores y la pasividad de los sometidos; los pueblos
renuncian a la racionalidad y la solidaridad para disfrute de la minoría dominante. Si las
masas populares se condujeran inteligentemente no consentirían ser gobernados por lacayos
servidores del sistema de dominación, como ocurrió siempre y sigue ocurriendo ahora a
escala planetaria; no consentirían apoyar guerras y participar en ellas matando y muriendo a
favor de los intereses de sus explotadores. En nuestro país, en concreto, lo irracional por
parte de la gran masa popular sojuzgada, es consentir en la permanencia en un bloque
militar imperialista como la OTAN, es votar a favor de un partido que vende a fondos
buitre las viviendas sociales municipales, es apoyar electoralmente a partidos que en la
lucha se clases se posicionan a favor de los intereses del gran capital: las eléctricas, las
farmacéuticas, los bancos…
Como ciudadanos nos debe preocupar todo eso, pero además, como cristianos nos debe
avergonzar que la Iglesia, todas las iglesias cristianas, lleven muchos siglos apoyando a los
diversos sistemas de dominación que se van sucediendo en el tiempo. Aspiran al reino de
este mundo en vez de aplicarse a la construcción del Reino de Dios. En el área geográfica
de nuestra civilización, denominada cristiana, la crisis religiosa es evidente. No es extraño:
quienes nos denominamos cristianos no supimos mostrar a la gente el rostro de Cristo
Libertador. La Iglesia postuló sólo admitir un Credo y unos dogmas ininteligibles, practicar
un culto alienante y someterse a unas autoridades religiosas, unos pastores que sólo aspiran
a esquilar el rebaño, acumular riqueza y poder como nos muestran los últimos capítulos del
libro de J. M. Castillo.
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l proble
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a es grave
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o es fácil inculturar el cristianis
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que tiene con la nuestra tan ligada al colonialismo y al imperialismo que aún subsiste. Y
mucha gente de nuestra cultura abandona una religión que no da respuesta a sus inquietudes
espirituales. A quienes son sensibles sobre la problemática social no les resulta fácil aceptar
una Iglesia tan ligada al feudalismo de otra época y el capitalismo actual.
En varias intervenciones de nuestra reunión del pasado jueves se expresaron vivencias
personales de confusión, con crisis de fe en algún caso, al percibir la contradicción entre la
práctica eclesial y lo que conocían del Evangelio. Para llegar a comprender que lo
importante de la religión no era lo que nos habían enseñado sobre ella, sino el mensaje
movilizador del Evangelio, el proyecto liberador de Jesucristo, nos fue muy útil la lectura
de obras de teólogos como la que estudiamos recientemente. Y el estudio de la historia nos
ayuda a ver cómo se fue degradando, a lo largo del tiempo, el mensaje inicial de Jesús hasta
devenir en el tinglado que actualmente es la religión cristiana organizada.
Nuestro método es: Ver, juzgar y actuar. Según postula esa fórmula, los Cristianos de
Base debemos difundir las conclusiones de nuestros análisis. Pero, ¿cómo explicar a la
gente, a la que abandonó la Iglesia y a la que aún permanece en ella, que toda la religión
que se les enseñó hasta ahora no vale nada y que hay que empezar desde la pura enseñanza
de Jesús? Pues eso es lo que nos enseña la historia y los teologos serios y objetivos. En lo
que pomposamente se llama “la tradición eclesiástica” se ensalza mucho a una serie de
“Padres de la Iglesia” a los que se les asignó el rango de santos y doctores de la Iglesia,
pero que en realidad fueron los responsables del proceso de deformación, degradación y
traición al mensaje de Jesús de Nazaret, los valores del Evangelio.
Clemente de Alejandría (150-216) elaboró una especie de teología, explicitada en su obra:
Quis dives salvetur
(¿Quién es el rico que se salvará?) por la cual le quitaba hierro al dicho
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ás fácil que un ca
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ello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en
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se puede decir de los dos últimos dogmas marianos proclamados en el siglo XIX y XX por
los papas Pío IX y Pío XII respectivamente: unos dogmas muy buenos para que los crean
ellos. Agustín de Hipona (354-430), influído seguramente por la doctrina maniquea, de la
que nunca se llegó a liberar del todo, inventó la creencia en el pecado original, y el papa
Gregorio Magno (540-604) inventó el purgatorio, y obtuvo mucho dinero por las misas
gregorianas que la gente encargaba para sacar a sus familiares de ese lugar de tormento.
Los dominadores del sistema quieren que la gente no conozca la historia. El aparato
ideológico del sistema, en el que hay que incluir al magisterio eclesial, fomenta la
ignorancia del pueblo. No les interesa que la gente conozca el gran poder que tiene para
cambiar las cosas. Los programas televisivos y las homilías de muchas parroquias tienen la
finalidad de apartar la atención de la gente de los asuntos que realmente le interesa. Por eso
tenemos la responsabilidad de hacer todo lo posible de intervenir en esta lucha cultural:
Ver, juzgar y actuar. Nuestra actuación, debe ser transmitir la enseñanza del Maestro
Jesús de Nazaret, afrontar la problemática de nuestro mundo según sus criterios. Al final de
la reunión de nuestro modesto grupo de Cristianos de Base tuvimos, según nuestra
costumbre, una Celebración Eucarística. Las lecturas, cantos, preces y reflexiones de la
celebración giraban en torno a la parábola de Jesús sobre la oveja perdida. Venía muy al
hilo de lo que habíamos estado tratando.
Cuando hablamos de movilización y lucha contra el sistema y las lacras que genera debe
quedar claro que no se está postulando violencia. Se trata de controversia entre los valores
del Evangelio y los del dinero que sostiene a este injusto sistema. Pero no nos debemos
plantear una lucha como la de Espartaco contra Roma, o como la de los jacobinos contra el
feudalismo o los bolcheviques contra las burguesía capitalista. Recurrir a ese tipo de
violencia es no haber entendido nada del mensaje de Jesús que postula perdonar las ofensas,
bendecir a quien nos maldice y orar por quienes nos persiguen.
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igo es la injustia
,
la desigualdad
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la explotación
es justo luchar contra el esclavis
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el feudalismo y el capitalismo, pero los injustos, los explotadores son las ovejas perdidas
que viene a buscar el Buen Pastor que es Jesús de Nazaret, y nos transfiere esa misión a sus
seguidores
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uestra lucha es ideológica
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se libra en el frente cultural
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controlan los medios informativos y contra tan gran poder somos una fuerza insignificante
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Estaré con vosotros hasta el fin del mundo
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