monásticas y otras iniciativas. En todas las épocas hubo cristianos que comprendieron que
la sociedad del mercado, donde cada uno va a su propio beneficio sin tener en cuenta a los
demás, no se ajusta a lo que Jesús enseñaba: No se puede servir a Dios y al dinero. En la
historia hubo casos notorios de ese tipo de entrega en el seguimiento de Jesús, como el de
Francisco de Asís. En nuestra época destacan los casos de la Madre Teresa de Calculta, el
Padre Ángel…
Sin duda es muy meritoria la labor que esa gente hace, pero, el llamamiento de Jesús a
seguirlo ¿consiste en asumir ese tipo de vida? Vamos a ver que no. Jesús fue crucificado
por enfrentarse al sistema de dominación establecido. Ese tipo de personas y comunidades
son muy respetadas, e incluso favorecidas, por el sistema porque son inofensivas para él. La
Iglesia, tan integrada en el sistema, declara santos a ese tipo de personas, y el sistema no
tiene reparos en subvencionar sus inciativas. Su forma de caridad no es revolucionaria, más
bien contribuye a hacer más soportable la explotación que ejercen los económicamente
poderosos. Muy diferente fue el caso del Mesías Jesús. Él era un hombre religioso, pero su
religiosidad no pasaba por los cultos del templo. Aborrecía el mercadeo que hacía en ellos y
además no lo consideraba necesario para relacionarse con Dios. Decía que se podía orar en
cualquier lugar haciéndolo en espíritu y en verdad. Y su rechazo del dinero y el mercadeo
atacaba la base o raiz de todo sistema de dominación del hombre por el hombre.
En efecto, todos los sistemas de dominación se basan sobre esa manera de funcionar que
responde a la existencia de la propiedad privada. Las mencionadas formas de comunidad
prescinden de tal tipo de propiedad pero eso no es problema para el sistema si no intentan
hacer extensivo a toda la sociedad su modelo. De hecho, todas las sociedades, que hasta
ahora existieron se basaron en esos valores de la propiedad, el mercado, el dinero… De
ellas decía Jesús que estaban construidas sobre arena y que sus constructores habían
rechazado una piedra que resultaba ser “piedra angular”. Se refería al modelo que él
preconizaba de la fraternidad humana, el amor al prójimo… una serie de valores que se
resumen en las Bienaventuranzas. Los frutos de haber rechazado ese modelo se ven
claramente en el infierno de mundo que tenemos: guerras, explotación clasista, depredación
imperialista, hambre, odio, desigualdad, corrupción, fraude, esclavitud, especulación
económica, desinformación, racismo, machismo, xenofobia…
Tal era el reino de este mundo en la época de Jesús, y tal es ahora. La diferencia está en que
la(s) iglesia(s) cristiana(s) se acomoda(n) a este reino, procura(n) su conservación y hasta
formar parte de él. En cambio Jesús quería transformarlo en el Reino de Dios, y convoca a
sus seguidores para aplicarse a esa tarea. El talante antisistema de Jesús se manifestó
claramente cuando decía: No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a
traer paz, sino espada… Cuando decía eso, Jesús no estaba llamando a ejercer violencia;
sabemos que se opuso a que le defendieran con la espada cuando le arrestaron, y murió
pidiendo al Padre perdón para sus asesinos. Lo que Jesús quería decir es que está en
controversia con el reino de este mundo, el sistema de dominación, al que pretende
cambiar, y anticipa su victoria sobre él cuando dice: No temáis, yo he vencido al mundo.
Vencer al mundo es vencer la miseria, la injusticia, la opresión, la falta de amor… y es una
victoria que él quiere realizar con la colaboración de sus seguidores; esa es la misión de
quienes nos tenemos por discípulos suyos.
Pero Jesús también advierte a sus seguidores que les perseguirán como le persiguieron a él:
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo,
sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Jesús fue
condenado a muerte por su actividad antisistema, y lo que postula de sus seguidores es
también una actividad antisistema. Las iglesias cristianas, evidentemente, no son